Soy un profesor que no es profesor. Tengo experiencia con cultivos aquí en la ciudad de Coyhaique, en plena Patagonia chilena y se nos dio, junto a una colega, una oportunidad única: establecer en uno de los liceos municipales emblemáticos de la ciudad, un huerto escolar. El desafío no es menor. No sólo por nuestra falta de experiencia docente o las impredecibles condiciones climáticas propias de estas latitudes, sino que también por el perfil de nuestros alumnos, que en muchos casos provienen de contextos sociales complejos y vulnerables.
Se nos encomendó un pequeño patio interior para trabajar y fondos para comprar los materiales y herramientas necesarias. Es un taller obligatorio, una vez a la semana, con alumnos de primero a cuarto medio, y que se evalúa con una nota al final de cada semestre.